El hiato entre dos trapecios Humberto Lugo-Vicente MD*
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Desde niño, mi abuela me llevaba al circo. Tenía cinco. Los trapecistas del circo comían de la fiambrera de abuela en su casa. A cambio me regalaban entrada gratis al primer asiento de las gradas. Yo los miraba con admiración. Cada movimiento era preciso. Mecerse en el aire, entre dos trapecios, es una aventura única. Mas cuando en aquel entonces no tenían malla para protegerse de una caída. En ocasiones me saludaban directamente, fijo al ojo, lo cual me abochornaba frente a otros comensales. Debería ser que les gustaba la cocina de abuela. La pasaban bien con ella aun cuando ella les hablaba en español, y ellos le respondían en inglés. Nada como unos buenos jueyes hervidos para los musculosos. Siempre me separaba una palanca con la carne semi-sacada.
Recientemente leyendo la lírica de una canción del grupo inglés ‘Coldplay’, leí la frase “the gap between the two trapezes” en la canción “Every Teardrop is a Waterfall”. La frase traduce en español, el hiato entre dos trapecios. El espacio entre dos trapecios. Me vino a la mente las vicisitudes que padecen los médicos, dentistas, farmacéuticos y el personal de salud, para mantener la salud de nuestro pueblo. En toda decisión que tomamos para cada paciente hay al menos dos trapecios y un espacio entre ellos. Me quedo a practicar la medicina en la isla o me voy donde hay mejores oportunidades. Recibirá mi paciente los referidos necesarios para seguir el diagnóstico y tratamiento de su condición. Tendré yo la oportunidad de llegar a viejo sin que mi carga de medicamentos acabe con mi economía. Cierro mi farmacia de comunidad, ante el desarrollo de farmacias de cadena, o la mantengo abierta aun con pérdidas. Me graduó de medicina, pero no puedo completar una residencia en la isla, cuando la termine vale la pena regresar a la isla o no. Si le pasa un evento catastrófico a un miembro de la familia, a mí, como un accidente cerebrovascular, tendré la oportunidad de un tratamiento y rehabilitación a tiempo y adecuado independiente de mi plan médico. He escogido el mejor plan médico que debo tener. Debemos la clase médica seguir sometiéndonos a las prerrogativas de los planes médicos. Es más importante que mi plan médico me ofrezca recorte de grama y pelo, que mi propia salud.
Hemos visto, luego de la pandemia, un deterioro significativo en todos los renglones de los sistemas de salud de la isla. Tenemos médicos especialistas y subespecialistas saliendo de la isla. Por cada uno de estos galenos que se nos va, cientos de miles de pacientes pierden la oportunidad de un diagnóstico y tratamiento adecuado. Otros muchos estudiando afuera no quieren regresar. Los que se quedan tiene una edad promedio por encima de los 55 años y no pueden parar de trabajar. Los niños han dejado de nacer en la isla. Hasta la fecha tenemos menos de 15,000 nacimientos, mientras que diez años tras teníamos más de 80,000. La medicina pediátrica se ha ido disminuyendo por este factor demográfico. Salas de emergencias pediátricas se han ido clausurando. Hospitales pediátricos han sucumbido ante la ley de quiebra para reorganizar sus finanzas y seguir dando un servicio esencial. Otros muchos cerraran en los próximos dos años. La electricidad está haciendo una mella económica en las instituciones hospitalarias, farmacias y clínicas alrededor de la isla. Cuando no hay electricidad se pierde en combustible fósil, y cuando hay se pierde en gastos operacionales. La universidad del estado se está quedando sin estudiantes y se tiene que reinventar para acoger una población de mayor edad para que puedan terminar bachilleratos, maestrías y doctorados. O reclutar estudiantes de otros países, como Centro- y Suramérica para poder mantener sus finanzas saludables. Para mantener a su profesorado trabajando. Las aseguradoras de salud han monopolizado la prestación de servicios de salud. Deciden métodos diagnósticos y terapéuticos en contravención de galenos expertos en esos temas. Mantienen un nivel de ganancias irrazonable cuando se compara con la necesidad del pueblo de recibir cuidados de salud adecuados. Queremos que lleguen a nosotros con la enfermedad en su punto más inicial. De que nos sirve diagnosticar un cáncer tardío y decirle al paciente que le quedan menos de tres meses de vida. Ver un cáncer en estado avanzado en un paciente, que quizás con un simple examen físico, placa o sonograma se pudo diagnosticar a tiempo y proveerle terapia adecuada. En muchas ocasiones las medidas extremas de tratamiento que se hacen en condiciones médicas tardías crean una cuenta innecesaria al seguro de salud. Algo así, como trasplante de hígado y intestino. Porque tiene un paciente con unos síntomas específicos evaluado por un especialista o subespecialista que esperar por un referido. Cuál es la diferencia significativa que tiene ese papel timbrado de referido que muchas veces atrasa el tratamiento médico. Creo que podemos prescindir de los millones de referidos en papel fuera de la ganancia esperada por la imprenta asociada. Usar ese dinero de imprenta para el paciente. Usar el dinero en anuncios de la casa aseguradora para el manejo del paciente. Usar el dinero que les sobra y quieren utilizar para cepillar el césped y cortar el pelo a favor del paciente. Marginal al máximo las ganancias de la fase administrativa. No tienen que irse a Tailandia de convención con el dinero del paciente enfermo. No tiene por qué haber esos sueldos exorbitantes de los CEO de los planes médicos.
Creo que la solución es buscar el lado del trapecio donde desarrollemos un sistema de salud único y universal con la venia de los médicos, dentistas, farmacéuticos y trabajadores de la salud. Una plataforma de trabajo donde la ganancia administrativa no opaque el cuidado médico adecuado. Donde todo el mundo va a ser manejado con el mismo respeto, tiempo, decoro y dignidad. Todo el mundo.
*El autor es cirujano pediátrico y catedrático del Recinto de Ciencias Médicas. Tel (787) 340-1868
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