Luces en el umbral de la eternidad…

El sendero celestial se inicia con un solo paso. En cuestión de instantes, cuando el alma se desprende del cuerpo, se despliega un oscuro túnel que se abre ante nosotros. Al final de este pasaje, se vislumbran numerosas luces, tantas como almas que esperan al otro lado. Son aquellos que han transitado antes que nosotros, buscando fusionar todas esas luces en una magnífica energía unificada. Al liberarnos de este cuerpo, avanzamos hacia otro lugar, guiados por una afinidad energética, donde podemos reunirnos con nuestros seres queridos. Aquellos a quienes implorábamos ayuda en momentos de agotamiento y lamento mientras estábamos en la vida terrenal.

He caminado hacia ese umbral y regresado en varias ocasiones. En cada viaje, tengo la tarea de regresar hasta que las huellas de mi vida pasada estén en armonía. Es entonces cuando el sendero se vuelve más claro. Es como si tengo muchos asuntos sin terminar cuando ya todo está en orden.

El efecto fugaz del relámpago me ha permitido comprender mejor este viaje astral, al otorgarme breves vistazos al futuro antes de que ocurra. Ahora sé con certeza que llegará el momento de trazar mi propio sendero perfecto, de encontrarme con la luminosa energía que me espera, de volver a amar y existir en una dimensión especial.

Desde Aeropajita hasta el gigante Birriel, desde Adolfina Villanueva hasta Ada Perkin a los cuales atendí, mientras ocurría mi formación de cirujano de cuerpos. Todos se separaron de sus cuerpos tomando la senda astral, buscando con desespero y ansiedad, esa luz que te tendía la ruta que habría que seguir. Seres de luz que los estaban esperando al otro lado para unir sus energías entre sí y relucir de nuevo.

 

Ada tan solo contaba con 20 años cuando tuvo un trágico accidente con su novio, regresando de Ponce a San Juan. Su cuerpo estaba intacto, pero su cerebro se había hecho trizas dentro del hueso de la cabeza con daño irreparable. Se había quedado en un estado límbico. No se percibía daño externo en esa hermosa criatura. Parecía una princesa hermosa inerte, pero fría. Ya había cruzado el umbral necesario encontrádose con los suyos.   

 

Adolfina llego crucificada a tiros. Según relatan sus familiares que acompañaban a los guardias de la fechoría, Adolfina no iba a entregar su residencia que con mucho ahincó había adquirido a fuerza de trabajo de toda una vida, para dejarle sus predios a la iglesia católica. Tenía seis hijos de su propio vientre y útero. Cuando la atacaron con armas largas, Adolfina de 34 años salió de aventurera y brava con su machete de sembrar para hacerle frente al pelotón de fusilamiento, que con varias descargas de pólvora la desintegraron haciendo de ella un colador humano. Dieciséis balazos se necesitaron para tumbar el cuerpo de la joven madre. Llego adonde nosotros sin signos vitales. Solo querían que nosotros certificáramos su deceso, para llevarse el cuerpo al instituto forense y practicarle una autopsia. O sea desmembrar su cuerpo roto una ocasión más. El terreno, que en aquel tiempo sería utilizado por la iglesia católica para construir una estructura de vivienda para el Arzobispo de San Juan, permanece vacío. La iglesia decidió no usar esas tierra de la familia de Adolfina para esos fines. Por supuesto, todo esto me entere mucho después rebuscando en mi pasado que fue lo que ocurrió. Me tomo 40 años averiguar la verdad que presencie cuando era un joven medico en entrenamiento.     

 

Aeropajita y el gigante Birriel padecían de la misma condición. Piedras en el sistema biliar. Necesitaban derivar sus vías biliares y removerle la vesícula biliar respectivamente. Aeropajita tenía 99 años y se arrestó en la sala de operaciones. La llevaron a la sala de autopsia, y antes de hincarla se levantó de la sala de disección y siguió su rumbo hacia el hospital para convalecer. Estando catatónica y despertar causo alarma en el personal de medicina que esperaban con ansias averiguar cuál órgano interno había fallado. Birriel con más de siete pies de estatura no cabía en la litera del hospital del estado. Le pusimos una extensión con el lateral de otro catre más pequeños para que sus rodillas y pies durmieran tan horizontal como su cabeza y torso. Ambos se fueron bien del hospital cinco días después de sus cirugías. Fallecieron un tiempo atrás. Es curioso que a Birriel a la corta edad de 16 años le diagnosticaron un tumor de la pituitaria que producía un exceso de hormona de crecimiento. Esta fue la razón de su crecimiento desmedido durante su adolescencia. Para curarlo del tumor había que darle radioterapia, pero la maquina se encontraba en estados unidos. En el 1932, con edad de 16 años se envió buscar la maquina para la isla. Llego en el 1941, nueve años después y Birriel pudo ser tratado del crecimiento anormal de la pituitaria. Birriel falleció de un ataque al corazón por cardiomegalia y vejez a la edad de 77 años en el pueblo que lo vio nacer, Carolina. Ya entienden porque los equipos deportivos que se desarrollan en Carolina se llaman gigantes.

 

--titolugo©mmxxiii

 

 


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