un grano de arena...

 

En el rincón de la duna, el viento me levanta sin clemencia una vez más, su poder de movimiento inmenso, imposible de resistir. Entre este torbellino de efímeros compañeros, donde hoy te conocen y mañana te olvidan, he forjado una breve amistad, fugaz como un suspiro. Su materia, más joven que la mía, de tez más blanca pero tosca para mis gustos de grano salino. Compartimos el sur del valle del Sahara en dos ocasiones, y en este breve lapso, siento que hemos vivido toda una vida juntos.

 

Algunos son tan limitados que no pueden ver más allá de sus propios horizontes, mientras yo me elevo impulsado por el tiempo y atisbo lo que los demás pasan por alto. Aunque es probable que nunca más la vuelva a ver, me mantengo alejado de la masa amorfa que gira en remolinos, a merced del capricho de los vientos. Otros permiten que su espíritu se agite con violencia y vanidad. Soy uno de los pocos granos de conformidad no geométrica, con una dirección predeterminada que persigo con firmeza. Creo en el destino de nuestra esclavizada raza, atados por el manto de un soplo que nos mueve de un lado a otro. A veces avanzo lentamente cuando quiero llegar rápido, y me parece absurdo quedarme parado, mientras en ocasiones avanzo rápido cuando debería ser más pausado, y eso me llena de un sentimiento glorioso.

 

En la última ola de dunas, una compañera con facciones toscas y tez blanca me propuso un acto de creación, la unión de partículas desagregadas para formar la orilla de este desierto solitario. Me hizo comprender que no soy una arena muerta, que mi pureza y falta de mezcla con la tierra son una virtud. Me otorgó vida sin que yo la buscara, prefiero esta existencia que aquellas arenas movedizas que, mezcladas con agua, crean el entorno propicio para el entierro lento de quienes las pisan. Esta revelación me hizo entender que mi vida en la duna aún tiene importancia y que el destino de desaparecer como materia inorgánica es inevitable.

 

Soy un humilde grano de arena que contribuye de manera minúscula a una obra con un propósito determinado. Sin mí, nunca habrías construido solidez. Camino entre aquellos que me pisan mientras pasan por encima de mí, sin quejas ni lamentos, firme en el lugar que les proporciono. Lo seguiré haciendo mientras sigas pisándome. A menudo, olvidas el camino que he trazado, pero yo solidifico el terreno donde resides. Sin mi aporte, los desórdenes del tiempo habrían acabado con tu frágil e inocua existencia. En mi contextura, escribes versos de amor que las olas borran a su propio ritmo. Construyes castillos con la población de amigos que soy parte, solo para verlos derrumbarse con el paso del tiempo. 

 Uno sobre otro me apilas, y no protesto ante el amontonamiento. Incluso si mis compañeros no desean formar una amalgama que te agrade, yo lo hago sin reproches.

 

En resumen, soy un grano de arena que brilla sin entender por qué, una pieza única en el espejismo del desierto. Mi apariencia física se refleja en el rostro de quienes caminan a mi lado. Si están taciturnos, es porque he rozado sus vidas; si están satisfechos, es porque he seguido su surco sin interrumpir su camino.

 

--titolugo©mmxxiii

 

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