Trazos de Humanidad
En el tejido del destino, se ha inscrito que gestos tiernos y proezas llenas de luz tienen el poder de esculpir un impacto vasto y benigno en la sociedad. No hay medida en la pequeñez de tal acto; es como la piedra que arrojas a las aguas, desatando ondas que se expanden, hasta que al otro lado de la ribera, el eco revela el susurro de lo que acontece.
Una onda que despliega su fuerza como un disparo puede esculpir tu mano de tal manera que provoque un cambio en tu corazón. Sostiene la ilusión en tu vida de haber obrado bien por tu prójimo.
Detén por un instante el ansia de vivir y sacrifica ese tiempo para comprender el sufrimiento ajeno. Un sufrimiento que se desplaza como el de una madre hacia un hijo nacido con limitaciones, sin encontrar solución a su aflicción de salud.
Se debate entre lágrimas y sollozos, tratando de entender por qué la vida le ha legado un problema tan grave como que su hijo no pueda caminar debido a su cruel enfermedad. Existe una solución tan costosa para el tratamiento de su hijo que ella sola no puede proporcionar, necesitando que algunos de nosotros, o todos, estemos dispuestos a ayudar.
Mientras las redes sociales se sumergen en un océano de palabras vacías, se burlan con memes triviales sobre la obesidad, se auto congratulan por sus cumpleaños y comparten detalles mundanos sobre su ubicación, sus comidas exóticas, viajes al exterior o sus encuentros con personas influyentes y famosas, hay una madre que siente el dolor agudo de la enfermedad de su hijo de cuatro años. Esta madre, además de enfrentar la angustia de ver sufrir a su hijo, es consciente de la gravedad de la situación. Su hijo necesita desesperadamente una terapia génica que tiene un precio exorbitante de tres millones de dólares. Este costo descomunal es la factura que la vida le ha presentado a esta situación, única y desgarradora.
En medio de la frivolidad y desconexión de algunos, la tragedia de esta familia resalta la falta de prioridad y empatía hacia problemas cruciales que afectan directamente a las vidas de ciudadanos comunes. Me duele y me avergüenza estar vivo para presenciar este calvario.
No es responsabilidad de nadie crear un defecto cromosómico, no es culpa de nadie cargar con un calvario como ese. Solo aquellos dispuestos a escuchar su plegaria sabrán qué hacer.
Mientras el mundo se posiciona de manera atroz y perversa, siguen ocurriendo momentos de visión angelical que, con su impresionante rapidez, proveen la ayuda que muchos de nosotros necesitamos.
En ocasiones, anhelamos un prodigio de serenidad para que esta madre desesperada pueda hallar la manera de brindarle a su hijo enfermo lo que precisa en su breve travesía por esta tierra. Un prodigio impregnado de amor.
--titolugo©mmxxiii
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