Cuando Pablo se convierte en Araña

 

El día que me confundieron y terminé en la residencia de ancianos, la sorpresa se reflejó en las caras de los residentes. A pesar de tener la misma edad o más que la mayoría, me sentía como el jovenzuelo de la pandilla. Todos estaban allí, en sus butacas o sillas de ruedas, con expresiones más secas que un chiste malo y esperando a que yo les sacara una sonrisa.

Decidí comenzar con un clásico: el del perro llamado Chiste. "Un día, lo atropelló un carro y se acabó el chiste", solté con entusiasmo. Pero el silencio que siguió fue tan sepulcral que podías escuchar el zumbido de las moscas en el aire. Nadie se rió, nadie. Todos miraban hacia la nada, con expresiones tan perdidas como si estuvieran buscando el punchline en otro plano astral.

Aquello más que un asilo parecía un nosocomio de comedia malograda. Fue entonces cuando se me ocurrió contarles la historia de mi amigo Pablo. Les hablé de cómo Pablo se fue a dormir plácidamente y falleció mientras soñaba. Ahí esta!...Logré captar la atención de casi todo el grupo, incluso de aquellos que tenían el cuello torcido como si estuvieran buscando algo en el suelo.

Continué explicando cómo, al darse cuenta de que estaba muerto, Pablo llegó hasta San Pedro para reclamarle por su muerte prematura. San Pedro, con un aire desentendido, revisó el libro de los muertos y no encontró el nombre de Pablo. Había ocurrido un error. San Pedro le explico a Pablo que, aunque quería devolverlo a la tierra, en ese momento no tenía cuerpos humanos disponibles. La única opción era enviarlo de vuelta como un pequeño animal hasta que apareciera un cuerpo adecuado e intercambiarlo entonces. Pablo accedió. Zas!... de pronto Pablo aparece en la esquina de su habitación en forma de araña.

Pablo, ahora arácnido, intenta llegar sigilosamente hasta la cama donde yace su esposa. Con cada esfuerzo, pujaba y creaba hilos de araña para caminar. Sigue pujando y pujando. Sin embargo, en medio de su esfuerzo, escucha una voz que dice: "¡Pablo! ¡DESPIERTA!...que te estás cagando en la cama!". El grupo estalló en risas, incluyendo el rocío incontrolable de saliva que brotaba de las bocas sin dientes de esos viejos bromistas. Algunos se ensuciaron o mearon de la risa en sus sillas de ruedas.

No era una tarea fácil, pero claramente, escoger el mejor chiste era cuestión de vida o muerte en ese asilo convertido en un escenario cómico. Después de todo, si iba a pasar el resto de mis días allí, al menos quería que fueran días llenos de risas y, quién sabe, quizás alguno de esos viejos colegas se animarían a contar el siguiente chiste para aligerar el peso de la vejez.

Feliz Navidad desde la égida…

 


--titolugo@mmxxiii

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