Mosquito con Probóscide Corta
La víspera de San Valentín fue otra noche en vela para mí. Soñé con un mosquito del tamaño de un caramelo de chocolate, con seis patas y un par de alas, revoloteando alrededor de mi pierna izquierda. Era una metamorfosis Kafkiana, con mis ciento ochenta libras disminuyendo lentamente mientras crecía un par de patas y alas, y mis globos oculares se hinchaban desproporcionadamente. Como mosquito, mi objetivo final era aterrizar y festejar con ese suculento manjar humano a través del hueco en mi sábana, un regalo de mi madre hace veintidós años.
Afortunadamente, el mosquito era macho y su probóscide era de tamaño pequeño. Donde vivo, se escucha claramente el aleteo de las mariposas. Imaginen cómo suena un mosquito colosal, un zumbido constante, como un interminable Zzzz. Como generalmente son las hembras de los insectos las que causan problemas de salud, no me molesté en protegerme. Poco sabía que el mosquito macho con probóscide pequeña tenía un harén de chicas mosquitos. Entre ellas, creí ver a la disgustada del asunto de las fotos.
A pesar del poderoso RAID, no funcionaba. Simplemente parecía que estaba rociando a las criaturas voladoras con perfume de gardenia. Había que tomar una medida más crítica. Con el mosquitero de mi abuela, hice una mini malla con un agujero y la pegué a una de mis piernas para atraerlos. Unté repelente OFF en la pierna para que no me picaran. La idea era que, tan pronto como entraran en la trampa, pudiera atrapar a todas esas sabandijas insolentes y darles el castigo que se merecían por importunarme la vida a pocas horas del Día del Amor.
Pegué con pegamento loco la malla a mi pantorrilla y esperé pacientemente. Uno a uno entraron, el mosquito bastardo de la probóscide corta y sus asesoras en asuntos de amor. Tenía una comuna bacanal en una pata. Cerré la malla y por la peste del OFF no me podían picar. ¡Ja! Los tengo a todos engañados. Salí del apartamento, llegué a la orilla de la playa y metí las dos piernas con la malla bajo el frío oleaje de febrero. Parecían papel higiénico mojado flotando. Me quité la malla con los cadáveres y unos cuantos pelos de la pierna y les di sepultura a todos esos insectos descarados de nuestra vida. Tan pronto enterré el último de su estirpe, me caí de la cama, pues recuerden que estaba soñando. Del golpe aprendí a dejar de cargar con culpas ajenas.
--titolugo@mmxxiv
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