Una Noche de Reyes en el Bronx

 


Existía en el Bronx, un lugar donde las historias de vida se entrelazaban en los callejones y los edificios de la gran ciudad de Nueva York. Emanuel, un niño especial con un corazón puro, acababa de mudarse con sus padres desde el campo de Barahona, Morovis. La necesidad y el alto costo de vida en la isla los habían llevado a buscar un nuevo hogar en la ciudad que nunca duerme.

 

Los padres de Emanuel, en busca de oportunidades, encontraron empleo limpiando pisos para una empresa americana. Aunque el trabajo era arduo, sus corazones estaban llenos de esperanza. Sin embargo, Emanuel, un niño de cinco años con déficit de atención, requería cuidados especiales durante el día. Los padres lo dejaban en un cuido mientras trabajaban, y cada tarde lo recogían.

 

Emanuel, a pesar de las barreras del idioma y su condición, se integró sorprendentemente bien con los demás niños en el cuido. La maestra, aunque no hablaba español, notaba la conexión especial que Emanuel tenía con los demás, su capacidad para comunicarse más allá de las palabras.

 

Una víspera de Reyes, Emanuel, que ya conocía la tradición de alimentar a los camellos para recibir regalos, decidió llevar a cabo el ritual. Sus padres, sin conocer completamente las costumbres, se fueron a trabajar como de costumbre. Emanuel, movido por la inocencia y la magia de la navidad, se aventuró a buscar grama para los camellos. Se escapo del lugar de cuido.

 

La ciudad, cubierta de cemento, presentaba un desafío para el niño que necesitaba vegetación. Caminó hasta llegar al Parque Central, un oasis de árboles y naturaleza. Sin embargo, surgía un problema: no tenía un lugar para almacenar la grama recolectada. Emanuel, ingenioso, buscó entre los contenedores de basura y encontró una bolsa lo suficientemente buena para su propósito.

 

Con su bolsa medio llena, Emanuel inició su regreso al cuido. Pero algo salió mal. Desorientado y sin hablar inglés, se perdió. La maestra, al percatarse de su ausencia, llamó a sus padres. Desesperados, volvieron al cuido para enfrentar la angustiante realidad de un niño perdido en la gran ciudad.

 

Mientras tanto, Emanuel, agotado, decidió pernoctar bajo un árbol en el parque. La noche avanzó, y pasada la medianoche, algo extraordinario ocurrió. Un hedor característico de camellos llenó el aire, despertando a Emanuel. Para su asombro, tres sabios con ropajes reales, cargando cofres, aparecieron frente a él.

 

Los sabios, con compasión, le preguntaron por su situación. Emanuel, con su corazón puro, respondió que buscaba grama para sus camellos y que estaba perdido. Ninguno había movido sus bocas o emitido sonido alguno. Los sabios, guiados por la magia de la noche, decidieron llevarlo de vuelta a casa. Montaron a Emanuel en uno de los camellos, y sin que nadie se percatara, regresaron al humilde apartamento donde sus padres lo esperaban.

 

Los tres sabios dejaron a Emanuel en la puerta, junto con uno de los cofres que llevaban. Topearon suavemente y, misteriosamente, desaparecieron. Los padres, al abrir la puerta, se encontraron con su hijo resfriado pero sano y salvo, sosteniendo un cofre. El cofre contenía tres tesoros: oro, incienso y mirra. El oro símbolo de realeza y riqueza, el incienso que se quema para elevar oraciones hacia lo divino, y mirra que simboliza la humanidad y la mortalidad de Jesús.

 

Emanuel les contó sobre los magos de los camellos, que le habían traído regalos de la misma manera que visitaron al niño Jesús en la navidad. Dentro del cofre, encontraron la seguridad para enfrentar varios inviernos en la ciudad de Nueva York.

 

La historia de Emanuel, un niño especial que conoció a los Reyes Magos en una víspera de Reyes en el Bronx, se convirtió en una leyenda que resonó en los corazones de aquellos que la escucharon, recordándoles la magia que aún vive en los lugares más recónditos e inesperados del mundo.

Feliz dia de Reyes...

 

 

--titolugo©mmxxiv

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