Mi amigo el cojito

 

Al comenzar mi primer año escolar, conocí a un niño llamado Dickie (nombre ficticio), cuyo andar cojeante dibujaba un ritmo singular. Durante las clases de educación física, observé que su pierna izquierda, delgada y frágil, dictaba su paso desigual. A pesar de su esfuerzo por correr, su cuerpo se rendía antes que el resto, agotado por la carga de su desafío.

Me encariñé con Dickie y me convertí en su guardián, enfrentando a aquellos que se burlaban de su cojera. En más de una ocasión, me vi enfrascado en peleas para defender su honor, batallas que me llevaban a casa con más heridas que mi adversario, incluso con una nariz rota. Mi madre, preocupada, me inscribió en clases de karate para fortalecer mi defensa. Cinco años de Shotokan y dos de Taekwondo después, mi espíritu combativo se apaciguó, y las luchas cesaron.

Convertido en médico años más tarde, durante mis estudios descubrí la razón de la cojera de Dickie, a quien ya no veía. La poliomielitis no tratada en su infancia había marcado su destino.

La poliomielitis, comúnmente conocida como polio, es una enfermedad infecciosa causada por el virus de la polio. Se transmite principalmente a través de la ruta fecal-oral, lo que significa que puede propagarse por agua o alimentos contaminados, o por contacto directo con una persona infectada.

El virus de la polio afecta principalmente a los niños menores de cinco años y en algunos casos puede provocar síntomas graves. Aunque muchos infectados no presentan síntomas o estos son leves, como fiebre, fatiga, dolor de cabeza, vómitos, rigidez en el cuello y dolor en los brazos y las piernas, en una proporción pequeña de casos el virus puede invadir el sistema nervioso central. Esto puede llevar a la parálisis, generalmente de las piernas, y en casos graves, la enfermedad puede ser mortal debido a la parálisis de los músculos utilizados para la respiración.

No existe una cura para la poliomielitis, pero puede prevenirse mediante vacunación. La vacuna contra la polio ha sido muy efectiva en la lucha contra la enfermedad y ha llevado a su erradicación en casi todo el mundo. Sin embargo, la polio todavía puede encontrarse en algunos países donde la vacunación no es universal.

Para prevenir la poliomielitis, es crucial vacunar a los niños antes de que cumplan cinco años. Esta medida es similar a la necesaria para protegerlos de enfermedades como la difteria, el tétanos, la tosferina, el sarampión, las paperas, la rubéola, la hepatitis B y la varicela. Es esencial que no dejemos a nuestros niños sin estas protecciones vitales. De lo contrario, corremos el riesgo de que resurjan enfermedades que asolaban a la humanidad hace cientos de años.

¡No al Proyecto de Ley 1948 de la Cámara!

*El autor es cirujano pediátrico y catedrático del RCM. Citas (787) 340-1868.

 


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