La falta de fe entre nosotros…

 


La frase "un boricua no cree en otro boricua" encapsula mucho más que un simple escepticismo pasajero o una falta de credibilidad entre puertorriqueños. Lo que realmente subyace bajo estas palabras es una profunda falta de fe mutua, una condición que se ha arraigado en el tejido social de Puerto Rico a lo largo de generaciones. No se trata solo de la duda hacia la capacidad o el juicio del otro, sino de la incapacidad de confiar en las intenciones, la visión o el potencial de nuestros compatriotas. Esta desconfianza, más que un juicio sobre la credibilidad, es un reflejo del impacto de siglos de colonialismo y dependencia externa que han moldeado nuestra percepción de lo propio como algo insuficiente.

El legado del colonialismo ha sido una de las fuerzas más determinantes en la creación de esta falta de fe. La dependencia histórica, primero de España y luego de Estados Unidos, no solo ha influido en nuestras estructuras políticas y económicas, sino también en nuestra psiquis colectiva. A lo largo de los siglos, los puertorriqueños han sido testigos de cómo las decisiones más importantes sobre su futuro eran tomadas por potencias extranjeras, lo que ha reforzado la idea de que lo que viene de afuera es superior, más confiable y mejor capacitado para dirigir nuestros destinos. Esta mentalidad ha impregnado profundamente nuestras interacciones sociales, generando una barrera invisible que nos impide vernos a nosotros mismos como iguales, dignos de confianza y, sobre todo, como poseedores de un destino compartido.

La competencia interna, exacerbada por la escasez de recursos y oportunidades, ha agravado aún más esta situación. En una isla donde las oportunidades laborales y económicas son limitadas, la supervivencia parece depender de la capacidad de cada individuo para "superar" al otro. Este sentido de competencia feroz, que se desplaza del ámbito económico al social, fomenta una cultura en la que uno no puede confiar plenamente en el otro, ya que el éxito de uno parece estar predeterminado por el fracaso del otro. En lugar de fomentar la cooperación y el apoyo mutuo, hemos caído en una espiral de individualismo que refuerza nuestra falta de fe en el colectivo.

Esta desconfianza no es únicamente un reflejo de la realidad material, sino también de una autocrítica casi patológica que nos ha hecho perder de vista nuestras propias fortalezas. Puerto Rico es una isla con una belleza natural innegable, con una historia de resiliencia y creatividad que debería inspirar orgullo. Sin embargo, cuando los puertorriqueños nos miramos en el espejo, muchas veces solo vemos las grietas, los fracasos y los límites impuestos por fuerzas externas. Esta autopercepción negativa refuerza la creencia de que, si nosotros mismos no podemos confiar en nuestras capacidades, mucho menos podemos confiar en las de nuestros compatriotas.

La influencia cultural también juega un papel crucial en este ciclo de falta de fe. En una cultura donde lo extranjero es constantemente ensalzado y lo local es subestimado, la idea de que lo "mejor" siempre viene de fuera ha calado hondo. Ya sea en el ámbito artístico, científico o profesional, la validación parece venir solo cuando lo local es reconocido por instituciones o personas extranjeras. Este fenómeno genera una desconfianza hacia las capacidades y talentos locales, lo que a su vez perpetúa el ciclo de escepticismo.

Sin embargo, esta falta de fe entre nosotros no es una condena ineludible. Reconocer su existencia es el primer paso hacia la transformación. Para romper este ciclo, es necesario un esfuerzo consciente por recuperar la confianza en lo propio, en nuestras capacidades y en nuestras posibilidades colectivas. La cooperación, la solidaridad y el reconocimiento del valor inherente en cada puertorriqueño son esenciales para comenzar a construir un nuevo paradigma, uno basado en la fe mutua y el apoyo, en lugar de la desconfianza y el escepticismo. Solo entonces podremos empezar a desmantelar la barrera invisible que nos separa unos de otros y comenzar a vernos como lo que realmente somos: una comunidad con un potencial inmenso y una historia de resistencia digna de admiración.

*El autor es cirujano pediátrico y escritor…


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