Los Tres Poderes y la Democracia en Puerto Rico: Una Reflexión Necesaria
En Puerto Rico, los tres poderes del Estado —ejecutivo, legislativo y judicial— han caído en manos de una representación política mayoritaria (39%) de un mismo partido. Este fenómeno no solo consolida el poder, sino que limita el debate político y reduce la rendición de cuentas. Al representarse y enfrentarse principalmente entre ellos, estos poderes parecen resolver sus propios errores sin una verdadera participación de otras perspectivas ideológicas. Además, las leyes y normativas aprobadas a menudo buscan perpetuar su dominio, perpetuando un círculo vicioso de autogobierno.
Por otro lado, el 61% de los electores, aunque representan la mayoría democrática, se encuentra fragmentado entre múltiples partidos y movimientos políticos. Esta amalgama de fuerzas, carente de una estrategia común, se vuelve impotente en el ámbito político. La falta de unidad entre estos grupos es un reflejo de un problema más profundo: el ego partidista que obstaculiza la colaboración y el avance hacia un bien común.
El adagio "en la unión está la fuerza" cobra especial relevancia en este contexto. Dejar de lado las diferencias partidistas y unir pensamientos e ideas es el único camino para que esta mayoría pueda imponerse en futuras elecciones. La historia puede recordar al 2028 como un punto de inflexión, pero solo si las fuerzas políticas logran trascender sus divisiones y trabajar juntas hacia una visión compartida de progreso.
La proliferación de partidos y opciones electorales, aunque enriquecedora en teoría, ha resultado en un sistema fragmentado donde la mayoría queda rezagada ante la consolidación de una minoría bien organizada. Esto plantea un dilema: ¿cómo transformar esta diversidad en una ventaja, en lugar de un obstáculo?
La clave para un nuevo Puerto Rico radica en la capacidad de los líderes políticos de mirar más allá de sus intereses inmediatos y construir una colectividad de gobierno basada en el consenso. Un gobierno inclusivo que represente las aspiraciones de la mayoría requiere líderes dispuestos a priorizar las necesidades del país sobre las de sus propios partidos.
El farol que debe guiar este camino es la idea de un Puerto Rico renovado, un país que encienda la pasión por el progreso y la justicia en todos los sectores políticos. Solo entonces podremos superar el actual disparate electoral y construir un futuro donde todos los ciudadanos, sin importar sus afiliaciones, se sientan representados.
El reto está planteado: abandonar la amalgama impotente de partidos derrotados y formar un frente unido capaz de liderar un cambio real. Porque solo en la unión podremos encontrar la fuerza para superar los desafíos y alcanzar un Puerto Rico verdaderamente democrático y equitativo.
*El autor es profesor, cirujano pediátrico y escritor.
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