Gentrificación en Hawái y Puerto Rico: ¿Un Destino Compartido?
La gentrificación es un fenómeno que transforma comunidades al atraer inversiones externas, incrementando los precios de bienes y servicios, y desplazando a los residentes locales. En islas como Hawái y Puerto Rico, con una riqueza cultural y natural inigualable, esta realidad se siente cada vez más, afectando no solo la vida diaria de sus habitantes, sino también la esencia misma de sus identidades. Aunque Hawái es un estado y Puerto Rico un territorio no incorporado de los Estados Unidos, las similitudes en los desafíos que enfrentan son alarmantes.
Tanto Hawái como Puerto Rico comparten características que los hacen irresistibles para turistas e inversionistas: paisajes paradisíacos, culturas vibrantes y una proximidad relativa a Estados Unidos. Sin embargo, esta atracción conlleva costos. En Hawái, la llegada masiva de turistas y la adquisición de propiedades por parte de millonarios han generado un aumento desproporcionado en los precios de las viviendas. Los hawaianos nativos enfrentan dificultades para comprar o alquilar en su propia tierra, viéndose forzados a mudarse a zonas más alejadas o incluso abandonar el estado.
Puerto Rico, aunque no es un estado, muestra señales preocupantes de seguir un camino similar. La Ley 22, diseñada para atraer a inversionistas extranjeros mediante incentivos fiscales, ha facilitado que personas con grandes capitales compren propiedades en la isla, elevando los precios del mercado inmobiliario. Esto ha llevado a un éxodo de puertorriqueños hacia Estados Unidos continental, incapaces de competir con los nuevos residentes en un mercado cada vez más caro.
La pregunta de si el estatus político influye en estos procesos es fundamental. Hawái, como estado desde 1959, recibe beneficios de ser parte de la Unión, como mayores fondos federales y representación política en el Congreso. Sin embargo, esto no ha protegido a su población local de la gentrificación. En muchos casos, las políticas federales han incentivado un modelo económico basado en el turismo masivo, beneficiando a grandes corporaciones en lugar de a las comunidades hawaianas.
Puerto Rico, por otro lado, como territorio, no tiene los mismos niveles de representación ni acceso a fondos federales que un estado. Esto limita su capacidad para implementar políticas públicas robustas que frenen la gentrificación, como regulaciones más estrictas sobre alquileres a corto plazo o protecciones para los residentes locales. Sin embargo, su estatus actual también le otorga cierta autonomía cultural, que podría perderse si se convierte en estado, como sucedió en Hawái, donde la identidad nativa ha sido diluida en gran parte por la influencia cultural estadounidense.
La gentrificación no solo eleva los costos de vida, sino que también transforma las comunidades de manera irreversible. En Hawái, la privatización de tierras y playas ha reducido el acceso de los locales a espacios que alguna vez consideraron suyos. Tradiciones hawaianas, como la agricultura sostenible y el uso comunitario de recursos, han sido reemplazadas por desarrollos turísticos y propiedades privadas.
En Puerto Rico, se están viendo efectos similares. La conversión de viviendas locales en alquileres a corto plazo, como Airbnbs, está desplazando a las familias puertorriqueñas, mientras que playas y terrenos públicos enfrentan restricciones de acceso debido a desarrollos privados. Este proceso amenaza con alienar a las comunidades locales de su propio entorno, dejándolas marginadas en un lugar que alguna vez llamaron hogar.
Aunque los contextos políticos de Hawái y Puerto Rico difieren, las similitudes en las consecuencias de la gentrificación son evidentes. La estadidad no ha protegido a Hawái del desplazamiento ni del impacto cultural negativo, mientras que el estatus territorial de Puerto Rico no le ha otorgado las herramientas necesarias para proteger a su gente. En ambos casos, el común denominador es un modelo económico que prioriza el turismo y la inversión externa sobre el bienestar de las comunidades locales.
Hawái y Puerto Rico son espejos en los que podemos observar los riesgos de la gentrificación en islas con alta demanda turística. La pregunta no debería ser solo si Puerto Rico debería convertirse en estado, sino cómo ambos territorios pueden crear modelos económicos más inclusivos y sostenibles. Proteger la identidad y los derechos de sus habitantes requiere acciones concretas, como regulaciones más estrictas sobre la propiedad y el turismo, políticas para fomentar la vivienda accesible, y una defensa firme de sus recursos naturales y culturales.
La lucha contra la gentrificación no es solo una cuestión política, sino una batalla por la supervivencia de las comunidades locales y sus tradiciones. Mientras las llamas del turismo y la inversión externa sigan consumiendo sus hogares, tanto Hawái como Puerto Rico continuarán enfrentando una pregunta crucial: ¿pueden las islas resistir el cambio sin perderse a sí mismas?
*El autor es cirujano pediátrico y escritor.
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