Yanfan (燕芬)


 

En cantonés, suena como una canción contenida en el nombre de un pájaro. Una melodía leve, imposible de traducir con exactitud, como si cada sílaba viniera acompañada de un recuerdo.

(yàn) significa golondrina.”

No cualquier ave, sino la que siempre vuelve. La que no se pierde, aunque cruce mares y estaciones. En la tradición china, la golondrina es un presagio de regreso, de lealtad. De hogar. Su vuelo bajo anuncia la lluvia, pero también la cosecha. Llega sin anunciarse y nunca reclama. Vuelve a donde fue amada.

(fēn) es fragancia.”

No la del lujo ni la ostentación, sino la del arroz recién cocido. Del té de jazmín que inunda una sala sin pedir permiso. De las flores silvestres que perfuman un camino olvidado. Es la fragancia que no se nota al principio, pero que queda adherida al corazón.

Yanfan Lee puede leerse, si uno escucha con el alma, como “la señora Lee, fragante como una golondrina.”

O de forma más libre:

“Elegancia ligera con raíces firmes.”

Pero ninguna traducción alcanza para describirla.

No alzaba la voz. No pedía atención. No se quejaba.

Aun así, su sola presencia ordenaba el mundo.

Podía cocinar para cincuenta sin sudar. Recordaba los platos favoritos de cada cliente. Manejaba la caja, limpiaba, cuidaba a sus hijos, a los hijos de otros, y a veces, sin que se notara, cuidaba también el alma del barrio.

Era mujer, esposa, madre, obrera, empresaria, enfermera, vigilante, cocinera, jefa, amiga, sombra y centinela. Todo en uno. Todo a la vez. Todo sin anunciarse.

Sin embargo, su historia no está escrita en ninguna parte.

No hay una placa con su nombre. No hay entrevistas, ni retratos, ni calles rebautizadas en su honor.

Lo que dejó está en lo que fuimos los que pasamos por su mesa, los que comimos su arroz, los que recibimos su sonrisa tibia como sopa clara en tarde de lluvia.

Yanfan no hablaba mucho. Pero cuando hablaba, dejaba frases que se adherían al alma como incienso en madera vieja. Algunas eran proverbios. Otras, silencios bien puestos. Era de las que miran primero y preguntan después. De las que ofrecen antes de que uno pida.

El tiempo, con ella, tenía otra cadencia. No era prisa. Era ritmo.

Hoy, a la distancia de los años y de los gestos no repetidos, me doy cuenta de que mucho de lo que aprendí sobre el cuidado, sobre la dignidad y sobre el peso silencioso del amor, lo aprendí viéndola servir una mesa, corregir un pedido, calmar a un niño inquieto, o apagar la cafetera mientras todos ya se habían ido.

Yanfan era el centro invisible de una casa sin paredes.

Sin saberlo, nos enseñó a muchos qué era sostener la vida desde lo invisible.

Esta es la memoria que dejo escrita en su nombre.

(Introducción de la novela "Yanfan"de Tito Lugo MD©2025) 

DISPONIBLE - https://www.amazon.com/dp/B0G1L87HZR 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nueva Ley Propuesta Aumenta la Carga Contributiva para Médicos en Puerto Rico

A Person Without Arms Cannot Clap

Una persona sin brazos no puede aplaudir