Con uno basta…
Con uno basta… Tito Lugo MD* En la penumbra de la caseta de votación, me vi obligado a abandonar momentáneamente el recinto. El marcador que me entregaron era burdo, tan grueso que las líneas se desbordaban del diminuto recuadro destinado a un nombre. Necesitaba algo más delicado, más preciso, para que mi voluntad quedara clara, para que no se convirtiera en un trazo perdido entre las sombras de la burocracia. "No tenemos otro", me dijeron los encargados, con la indiferencia de quienes vigilan un proceso ya contaminado por intereses. Fue entonces que una mujer, mayor que yo, emergió de la multitud. "Tengo uno fino", ofreció, con una generosidad inesperada. Regresé a la caseta con el marcador en mano, reflexionando sobre la ironía de aquellos espacios diminutos en la papeleta, diseñados para sofocar las voluntades que intentaban inscribirse allí. Pero yo estaba decidido. Ese voto, ese nombre que escribiría, era para uno. Uno que había lucha...