Entradas

La Rebelión Silenciosa de un Pueblo Desencantado

Imagen
  Nací en un momento en que el Estado Libre Asociado daba sus primeros pasos, una criatura ambigua, un experimento apenas comprendido. Mi madre era popular, mi padre, un fervoroso independentista —aunque sospecho que también llevaba algo de melón en su sangre. Aprendí a votar al cumplir dieciocho, y desde entonces he pasado de un partido a otro, guiado por los cambios implacables de la historia, del rojo al azul, y finalmente al verde, cada cambio cargado de las promesas rotas de quienes ya habían gobernado. Ahora, con más de medio siglo participando en este ritual cívico, puedo atestiguar el surgimiento de un movimiento, una revuelta sutil pero firme, iniciada en las últimas elecciones. Su avance es implacable, una espiral logarítmica, una desconfianza creciente que se enrosca en la consciencia del pueblo. Este movimiento es una respuesta, una antítesis inevitable a los vicios perpetuos de dos colosos que han dominado el teatro del poder. Es una sublevación contra

Ay virgen!…

Imagen
  Desperté de un sueño espeso, de un abismo de sombras donde una congregación de almas boricuas emergía, una multitud despierta como hordas de hambre antigua. Eran rostros, manos, voces clamando al aire, pidiendo una verdad tan esquiva como la libertad misma. Querían que algo, por fin, rompiera el manto gris de su tierra; buscaban una integridad que no era más que un espejismo en los asuntos de Estado, una integridad desvanecida entre el humo de promesas y el polvo del desdén. Los acompañaban aquellos que siempre intuyen la herida: artistas, pintores, poetas, cantantes, actores, los de manos limpias y manos gastadas, los simples y los humildes. Todos hartos, cansados como una mujer que conoce bien el peso de un golpe. Como la que espera, siempre, el puño inevitable de un amante brutal y luego, con la voz quebrada, se disculpa y vuelve a esa cadena de engaños, a esa relación rota donde la esperanza es una palabra sin cuerpo. Así se ha tejido el vínculo entre el gobi

Raspa Cum Laude: La Realidad Matemática de las Elecciones

Imagen
  En las próximas elecciones de 2024, una encuesta reciente revela una contienda electoral cerrada, con Jennifer González del Partido Nuevo Progresista (PNP) y Juan Dalmau, candidato de la alianza entre el Partido Independentista Puertorriqueño y el Movimiento Victoria Ciudadana, prácticamente empatados. González cuenta con un 31% de apoyo del electorado, mientras que Dalmau le sigue de cerca con un 29%. Esta alianza tiene un propósito claro: limpiar el gobierno de la corrupción y poner fin a los abusos de poder que han caracterizado la administración actual. Sin embargo, la matemática electoral muestra una situación paradójica que debe llamar la atención de los votantes. A simple vista, el 31% de González parece indicar que tiene una base de apoyo sólida y que podría perpetuar la hegemonía del PNP en el poder. Pero, en realidad, este 31% representa una minoría del electorado. El restante 69% se divide entre los que prefieren otras opciones y quienes aún están inde

Indignación por Comentarios Despectivos sobre Puerto Rico en Convención Republicana

Imagen
  El pasado domingo 27 de octubre el Madison Square Garden de Nueva York fue escenario de un momento vergonzoso para la política y el civismo. Durante la convención republicana, el comediante Tony Hinchcliffe lanzó una broma insultante, refiriéndose a Puerto Rico como “una isla flotante de basura en el océano”. En cuestión de minutos, las redes sociales se encendieron, y el comentario de Hinchcliffe se viralizó, suscitando indignación y dolor entre millones de puertorriqueños y latinoamericanos que se sintieron profundamente agraviados. Aún más preocupante es el hecho de que el candidato presidencial republicano no se ha pronunciado ni ofrecido disculpas por el comentario desafortunado, una omisión que deja dudas sobre su respeto hacia la comunidad puertorriqueña y sus contribuciones. Al menos, si nos hubiera lanzado varios rollos de papel toalla, estaríamos más apaciguados. Pero no fue así. Puerto Rico es mucho más que un territorio asociado de los Estados Unidos.

Incentivos Fiscales que Aumentan la Desigualdad y Desplazan al Pueblo de Puerto Rico

Imagen
  La Ley 22 , ahora conocida como la Ley 60 , es una legislación puertorriqueña diseñada para atraer inversionistas extranjeros a la isla mediante beneficios contributivos. Inicialmente promulgada en 2012 como parte de un paquete de incentivos fiscales, esta ley fue creada con el objetivo de estimular la economía local a través de la llegada de individuos de alto poder adquisitivo. La Ley 22 ofrece a estos nuevos residentes una exención completa sobre los impuestos derivados de intereses, dividendos y ganancias de capital generados en Puerto Rico. En 2019, la ley fue absorbida dentro de la Ley 60, un nuevo código que consolida todas las leyes de incentivos fiscales en Puerto Rico, ajustando algunos requisitos, aunque manteniendo en gran medida los mismos beneficios. Entre los requisitos para acogerse a esta ley, se encuentra el de vivir en Puerto Rico al menos 183 días al año para demostrar residencia, así como realizar donaciones anuales a organizaciones locales.

La falta de fe entre nosotros…

Imagen
  La frase "un boricua no cree en otro boricua" encapsula mucho más que un simple escepticismo pasajero o una falta de credibilidad entre puertorriqueños. Lo que realmente subyace bajo estas palabras es una profunda falta de fe mutua , una condición que se ha arraigado en el tejido social de Puerto Rico a lo largo de generaciones. No se trata solo de la duda hacia la capacidad o el juicio del otro, sino de la incapacidad de confiar en las intenciones, la visión o el potencial de nuestros compatriotas. Esta desconfianza, más que un juicio sobre la credibilidad, es un reflejo del impacto de siglos de colonialismo y dependencia externa que han moldeado nuestra percepción de lo propio como algo insuficiente. El legado del colonialismo ha sido una de las fuerzas más determinantes en la creación de esta falta de fe. La dependencia histórica, primero de España y luego de Estados Unidos, no solo ha influido en nuestras estructuras políticas y económicas, sino tam

Un boricua no cree en otro boricua

Imagen
  En el corazón de una isla pequeña, marcada por los siglos de una historia ajena, resuena una frase que parece hecha para calar profundo en el alma del pueblo: “un boricua no cree en otro boricua”. No es solo una frase cualquiera, sino un eco persistente que atraviesa generaciones, un murmullo constante en cada esquina, en cada rostro conocido. Lo que en otras tierras podría ser una afirmación trivial, aquí cobra una dimensión monstruosa, transformándose en la sombra inevitable que se cierne sobre toda acción, toda expectativa. Es como si la isla misma, al estar ceñida por el mar, también estuviera rodeada por una barrera invisible que impide la fe mutua entre sus propios hijos. La figura del colonizado emerge aquí con la cabeza gacha, siempre sometida a la mirada de lo ajeno. Durante siglos, primero bajo el manto de España y luego bajo la sombra de Estados Unidos, el pueblo ha aprendido a desconfiar de lo suyo. La dependencia externa ha dejado una marca indeleble