El Ciclo de una Familia

 


Nací en una familia tejida con hilos de abuelos amorosos, padres afectuosos, hermanos juguetones, tíos sabios y primos traviesos. Un mosaico de relaciones que se entrelazaban como ramas enredadas. No éramos solo una familia, éramos un universo entero donde cada miembro desempeñaba su papel único.

Nuestra casa estaba estratégicamente ubicada, cerca del campo para respirar la frescura de la naturaleza y al lado de la costa para perderse en el horizonte del mar. Era un escenario perfecto para las historias familiares que se desplegaban con cada amanecer y se cerraban con la caída del sol.

Los abuelos eran los protagonistas indiscutibles, las fuentes de sabiduría y cariño que todos venerábamos. Cada domingo, nos congregábamos en su hogar, y la atmósfera se llenaba de risas, complicidad y hasta lotería o bingo, una tradición que convertía los fines de semana en momentos memorables.

Las festividades eran otro capítulo de nuestras vidas compartidas. En la víspera de Navidad, en la propia Navidad, en la víspera de Año Nuevo y en el mismo Año Nuevo, nos uníamos con la fuerza del lazo familiar. Cada despedida estaba impregnada de cientos de besos y abrazos que nos regalábamos, como si esos gestos pudieran sellar la eternidad de nuestro vínculo.

Sin embargo, como en cualquier historia, llegó el momento de cambios. Los actores principales, los abuelos, dejaron de existir, y el papel secundario se desplazó a los que quedaban. La familia central, antes unida como una constelación, comenzó a desmembrarse en pequeñas unidades familiares. Hasta que, de repente, nos encontramos solo nosotros dos, enfrentando la realidad de una mesa que solía estar llena de risas y diálogos animados.

Con el paso del tiempo, el gusto por estar juntos se desvaneció gradualmente. La rutina diaria nos envolvió, y las conversaciones familiares se volvieron virtuales en lugar de presenciales. Nos buscamos entre las imágenes de los teléfonos inteligentes, intentando capturar la esencia de lo que una vez fue.

La tecnología, que debería acercarnos, nos mantiene conectados de una manera distante. A veces, nos perdemos en la virtualidad de mensajes y llamadas, y nos damos cuenta de que estamos buscando sombras de lo que solíamos ser. Nos preguntamos si este cambio es irreversible, si la inteligencia artificial eventualmente nos remplazará, y si lo que una vez fue, dejará de existir.

Las memorias de encuentros y despedidas se convierten en capítulos que cerramos con nostalgia. Recordamos los días en los que éramos una familia vibrante, y nos aferramos a esas imágenes como tesoros. Pero también reconocemos que la vida es un flujo constante, y así como llega la despedida, también llega la bienvenida a nuevas experiencias y relaciones.

En el ciclo de una familia, experimentamos la danza continua de encuentros y despedidas. Pero mientras contemplemos el horizonte, recordemos que el amor y los lazos familiares trascienden las barreras del tiempo y la distancia. Porque, al final, lo que realmente importa no es solo lo que fue, sino cómo llevamos ese legado en nuestros corazones mientras avanzamos hacia el futuro incierto.

Que el año 2024 nos envuelva con serenidad y benevolencia...

--titolugo©mmxxiii

 


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