El impacto de las demandas por impericia médica en Puerto Rico
El caso reciente del recién nacido fallecido en un hospital de San Germán, tal como reportado por El Nuevo Día, el pasado sábado 25 de enero, pone nuevamente en el ojo público el delicado tema de la impericia médica y las consecuencias legales para los profesionales de la salud. Este caso no solo plantea preguntas sobre la calidad del cuidado médico, sino que también invita a reflexionar sobre las repercusiones emocionales, profesionales y económicas que enfrentan los médicos al ser demandados, independientemente de si hubo o no negligencia.
El quid del asunto radica en la necesidad de demostrar una desviación significativa del cuidado estándar médico establecido. En la práctica, la medicina no es una ciencia exacta como la matemática, mucho menos la cuántica. Los resultados no siempre son predecibles, y complicaciones inesperadas pueden surgir incluso cuando los protocolos son seguidos al pie de la letra. Sin embargo, la creciente cultura de litigación contra médicos ha convertido esta realidad en un negocio lucrativo para algunas partes, mientras el médico y el paciente afectado suelen ser quienes más sufren. (Ver - https://titolugo.blogspot.com/2023/09/extasis-y-angustia-humberto-lugo.html)
Demandar a un médico, más allá de ser un
proceso legal, conlleva implicaciones devastadoras para su salud mental y su
carrera profesional. La depresión entre los médicos demandados es
alarmantemente común; algunos abandonan la profesión, y otros, en casos
extremos, llegan al suicidio. Estas consecuencias no se observan con la misma
frecuencia en otras profesiones, como la abogacía, la judicatura o la
ingeniería u otras. Cuando fue la ultima ocasión que usted supo de una demanda a un juez?
La realidad de los médicos es agravada por los costos exorbitantes asociados al seguro obligatorio de mala práctica médica. Aunque no se demuestre culpabilidad, los médicos deben asumir primas altísimas para protegerse de litigios. Por otro lado, las demandas frívolas —que constituyen más del 80-90% de los casos, según expertos— agravan esta problemática. En estas demandas, a menudo se utilizan peritos sin la experiencia ni el entrenamiento adecuados para evaluar un caso. Por ejemplo, se ha visto a cardiólogos servir como peritos en procedimientos quirúrgicos como apendectomías, algo que desafía la lógica y evidencia la falta de rigor en algunos procesos legales.
A pesar de esto, algunos médicos han encontrado formas de defenderse. Existen seguros adicionales que permiten contra-demandar en casos frívolos, una estrategia que, si bien útil, subraya el carácter combativo del sistema actual en lugar de fomentar una resolución justa y colaborativa.
El panorama descrito no solo afecta al médico demandado, sino también al paciente afectado. En muchos casos, las demandas terminan beneficiando económicamente a abogados y otros actores involucrados, mientras el paciente y el médico enfrentan una pérdida emocional y económica significativa.
Es imprescindible que se promuevan reformas que garanticen un balance entre la protección de los derechos de los pacientes y la seguridad de los médicos en el ejercicio de su profesión. Esto incluye mejorar los criterios para aceptar demandas y garantizar que los peritos tengan la experiencia necesaria para evaluar los casos con justicia. Solo así se podrá evitar que la medicina siga siendo percibida como una profesión bajo constante ataque legal y devolverles a los médicos la confianza para ejercer su vocación.
El caso de San Germán debe servir no solo como un llamado a la justicia, sino también como una invitación a reflexionar sobre cómo el sistema actual puede evolucionar hacia uno más equitativo para todas las partes afectadas.
*El autor es cirujano pediátrico, catedrático del RCM y escritor.
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