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Raspa Cum Laude: La Realidad Matemática de las Elecciones

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  En las próximas elecciones de 2024, una encuesta reciente revela una contienda electoral cerrada, con Jennifer González del Partido Nuevo Progresista (PNP) y Juan Dalmau, candidato de la alianza entre el Partido Independentista Puertorriqueño y el Movimiento Victoria Ciudadana, prácticamente empatados. González cuenta con un 31% de apoyo del electorado, mientras que Dalmau le sigue de cerca con un 29%. Esta alianza tiene un propósito claro: limpiar el gobierno de la corrupción y poner fin a los abusos de poder que han caracterizado la administración actual. Sin embargo, la matemática electoral muestra una situación paradójica que debe llamar la atención de los votantes. A simple vista, el 31% de González parece indicar que tiene una base de apoyo sólida y que podría perpetuar la hegemonía del PNP en el poder. Pero, en realidad, este 31% representa una minoría del electorado. El restante 69% se divide entre los que prefieren otras opciones y quienes aún están inde

Indignación por Comentarios Despectivos sobre Puerto Rico en Convención Republicana

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  El pasado domingo 27 de octubre el Madison Square Garden de Nueva York fue escenario de un momento vergonzoso para la política y el civismo. Durante la convención republicana, el comediante Tony Hinchcliffe lanzó una broma insultante, refiriéndose a Puerto Rico como “una isla flotante de basura en el océano”. En cuestión de minutos, las redes sociales se encendieron, y el comentario de Hinchcliffe se viralizó, suscitando indignación y dolor entre millones de puertorriqueños y latinoamericanos que se sintieron profundamente agraviados. Aún más preocupante es el hecho de que el candidato presidencial republicano no se ha pronunciado ni ofrecido disculpas por el comentario desafortunado, una omisión que deja dudas sobre su respeto hacia la comunidad puertorriqueña y sus contribuciones. Al menos, si nos hubiera lanzado varios rollos de papel toalla, estaríamos más apaciguados. Pero no fue así. Puerto Rico es mucho más que un territorio asociado de los Estados Unidos.

Incentivos Fiscales que Aumentan la Desigualdad y Desplazan al Pueblo de Puerto Rico

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  La Ley 22 , ahora conocida como la Ley 60 , es una legislación puertorriqueña diseñada para atraer inversionistas extranjeros a la isla mediante beneficios contributivos. Inicialmente promulgada en 2012 como parte de un paquete de incentivos fiscales, esta ley fue creada con el objetivo de estimular la economía local a través de la llegada de individuos de alto poder adquisitivo. La Ley 22 ofrece a estos nuevos residentes una exención completa sobre los impuestos derivados de intereses, dividendos y ganancias de capital generados en Puerto Rico. En 2019, la ley fue absorbida dentro de la Ley 60, un nuevo código que consolida todas las leyes de incentivos fiscales en Puerto Rico, ajustando algunos requisitos, aunque manteniendo en gran medida los mismos beneficios. Entre los requisitos para acogerse a esta ley, se encuentra el de vivir en Puerto Rico al menos 183 días al año para demostrar residencia, así como realizar donaciones anuales a organizaciones locales.

La falta de fe entre nosotros…

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  La frase "un boricua no cree en otro boricua" encapsula mucho más que un simple escepticismo pasajero o una falta de credibilidad entre puertorriqueños. Lo que realmente subyace bajo estas palabras es una profunda falta de fe mutua , una condición que se ha arraigado en el tejido social de Puerto Rico a lo largo de generaciones. No se trata solo de la duda hacia la capacidad o el juicio del otro, sino de la incapacidad de confiar en las intenciones, la visión o el potencial de nuestros compatriotas. Esta desconfianza, más que un juicio sobre la credibilidad, es un reflejo del impacto de siglos de colonialismo y dependencia externa que han moldeado nuestra percepción de lo propio como algo insuficiente. El legado del colonialismo ha sido una de las fuerzas más determinantes en la creación de esta falta de fe. La dependencia histórica, primero de España y luego de Estados Unidos, no solo ha influido en nuestras estructuras políticas y económicas, sino tam

Un boricua no cree en otro boricua

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  En el corazón de una isla pequeña, marcada por los siglos de una historia ajena, resuena una frase que parece hecha para calar profundo en el alma del pueblo: “un boricua no cree en otro boricua”. No es solo una frase cualquiera, sino un eco persistente que atraviesa generaciones, un murmullo constante en cada esquina, en cada rostro conocido. Lo que en otras tierras podría ser una afirmación trivial, aquí cobra una dimensión monstruosa, transformándose en la sombra inevitable que se cierne sobre toda acción, toda expectativa. Es como si la isla misma, al estar ceñida por el mar, también estuviera rodeada por una barrera invisible que impide la fe mutua entre sus propios hijos. La figura del colonizado emerge aquí con la cabeza gacha, siempre sometida a la mirada de lo ajeno. Durante siglos, primero bajo el manto de España y luego bajo la sombra de Estados Unidos, el pueblo ha aprendido a desconfiar de lo suyo. La dependencia externa ha dejado una marca indeleble

Un Latido Compartido

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  Son las cuatro de la madrugada. Como un reloj puntual, la enfermera vuelve a pasar para tomar los signos vitales: presión, pulso, oximetría, temperatura, respiración. No has dormido casi nada, pero tampoco importa. Estás en una sala de cuidados intensivos después de un procedimiento quirúrgico que ha marcado un antes y un después en tu vida. Llegaste con una hemorragia en el cerebro, un dolor de cabeza agudo que parecía imposible de soportar, pero aún podías hablar, aún movías tus extremidades. Sin embargo, la urgencia era real. Ayer, te llevaron de emergencia, te rasuraron la cabeza, y abrieron tu cráneo en una craneotomía, con la esperanza de liberar esa presión intracraneal que amenazaba con desbordar tus propios límites. El cerebro, esa masa frágil y suave, vive encerrado en una bóveda rígida que no permite fluctuaciones de presión. Un aumento en su interior, sea por un tumor, sangre o líquido, puede forzar al cerebro a buscar una salida. Y la única que tiene

El Eco de las Mentiras

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   En un pequeño pueblo, vibrante pero anclado en sus tradiciones, vivía una mujer ambiciosa con una insaciable sed de poder. Desde muy joven, había aprendido a manipular la realidad para ganar atención, pero ahora, en su carrera política, esa habilidad se había convertido en su arma más poderosa. Era candidata a la gobernación, una figura pública cuya retórica resonaba en cada rincón del pueblo. A lo largo de su vida política, esta mujer no solo buscaba ser escuchada; quería ser adorada, el centro de cada conversación. Creció en un hogar modesto, donde las palabras eran pocas y las emociones escaseaban, pero pronto descubrió que tenía un don para manipular la narrativa. En las plazas, en los mítines, en cada intervención, contaba historias llenas de promesas imposibles, sueños grandiosos y soluciones mágicas a los problemas del pueblo. Con un tono convincente y carisma natural, tejía relatos tan detallados que incluso ella empezaba a creérselos. A medida que ava